lunes, 30 de agosto de 2010

Creo que estoy olvidando algo

Salgo de mi casa y digo: Creo que me olvido de algo.

Pero no hago caso, total,es sábado por la noche y aun no me recupero de la salida del día anterior, mi cuerpo cansado y con ojeras en los ojos me piden un poco de sueño. Pero ahí estoy junto a uno de los pocos amigos de verdad que tengo en la universidad.


A mi lado están F y M, dos amigas de mi brother y que por alguna razón me caen tan bien como el. Hablamos durante toda la noche de cosas prescindibles que no logro recordar y es en ese rato que me doy cuenta que la cerveza funciona perfectamente como desinhibidor y la charla se envuelve en risas hilarantes y en bromas por demás graciosas. En fin, es sábado y olvidé por completo el cansancio de lo del día viernes.


La madrugada transcurre y M ( quien es a la que mi pata le quiere caer) da síntomas de querer bailar:


Síntoma Numero Uno: Empezar a bailar en su propio sitio y mirar alrededor por si alguien la quiere sacar a bailar.


Síntoma Numero Dos: no existe síntoma numero dos, o la sacas a bailar o la saca otro tiburón.



Pero la naturaleza juega con el sistema urinario (y tal vez nervioso) de mi amigo y lo lleva al baño como alma que lleva el diablo. Me quedo hablando con M y F, haciendo tiempo hasta que él regrese. Pero para cuando el llega ya es muy tarde, alguien mas la había sacado a bailar.


Pasa un rato y decido que a él le falta algo de táctica con las mujeres y no es que yo sea el mejor para conquistar a una mujer pero supongo que mis 21años vividos no han sido en vano y que de algo pueda servir una pequeña ayuda.


La gente dice que bailo bien (algunos por envidia, dicen que no jeje) y con eso intento demostrarle a mi pata como es que se muele el maíz, literalmente. El intenta imitarme pero supongo que el nerviosismo otra vez juega en su contra y se limita a bailar como puede junto a M. F baila como un trompo a mi alrededor.


Ya como a las 5 de la mañana, y después de acabarnos interminables jarras de cerveza, decidimos irnos. Ellos parten por su cuenta hacia donde viven y yo por mi cuenta hacia donde vivo. Y en el taxi pienso: Puta! me olvidé del aniversario del blog.




PS: se que no posteare si no hasta unos días así que para los que nunca supieron (fácil todos), este blog ya tiene Dos años en la red y de verdad me gustaría agradecer a todos los que me leen, así comenten o no. Este blog se a convertido en casi parte de mi y en verdad nunca pensé que pudiera permanecer tanto tiempo colgado.


Y aprovechando el momento, les dejo una foto que nos tomamos mi hermana y yo, su cumpleaños fue el 26 de este mes y nunca tuve tiempo de llamarla si no hasta el dia siguiente.

Un abrazo a todos.

miércoles, 18 de agosto de 2010

La mesera



Pasado

Entro al salón, es la primera semana de clases y como siempre (casi siempre) llego con retraso. El profesor me haces señas desde el otro lado de la ventana indicando que pase. Ya dentro, y después de escuchar las tediosas explicaciones de clase que a nadie le interesan, es hora de unirse a una mesa de grupo. A mi lado están un par de chicas.
.
-puedo unirme?- le pregunto a una de ellas.
.
Pero en su cara veo una expresión horrible y me dice sin mover algún gesto en la cara: -NO, estamos completos, pero a los de esa mesa les falta alguien creo- y se da media vuelta.
.

Presente
.
Entramos todos a una cafetería de miraflores cuando de la nada una chica rubia se acerca a nosotros. De inmediato la reconocí, es la chica que no me quiso en su mesa de grupo.
.
Ella al vernos nos reconoce, saluda a todos y luego al verme se detiene y me dice: -hola- y nos lleva a nuestra mesa. Con el delantal puesto y con un paño húmedo limpia y recoge la mesa que vamos a ocupar para luego desaparecer por todo un rato hasta que otra mesera nos atiende. Yo la observo disimuladamente por la ventana pero nunca dirige su mirada hacia donde estamos todos sentados.
.
Esa noche de camino a casa aprendí lo que significa el karma.
.

miércoles, 4 de agosto de 2010

El Hombre que dos veces murió



El hombre que murió dos veces


En un lugar alejado existe un pueblo muy antiguo cerca de un enorme lago, con casas color marchitas, con árboles sepia y de gente humilde. Un pueblo con baldosas grises que contrastaban con el cielo celeste. Este es el pueblo de San Clemente.


Era una tranquila tarde de julio cuando se escuchó un sonido estruendoso que resonó entre las pequeñas casitas marrones, los habitantes no sabían que se trataba y todos despavoridos huyeron a sus casas.


Algunos asomaban sus cabezas por la ventana, otros escondidos estaban. Era una maquina que ellos nunca habían visto, que se asomaba por el camino de árboles de higo. De pronto el ruido se contuvo y todos en San clemente salieron del susto.


Era un hombre de camisa y saco el que bajó de ese enorme auto que aun rujia por las rejillas. Y mientras el polvo se disipaba algunos con la mano lo saludaban.


Era uno de los hijos de doña Yolanda que ahora visitaba a la familia que tanto añoraba. Ocho años habían pasado y el veía con asombro lo poco que su pueblo había cambiado. Doña Yolanda al ver a su hijo se embelesó de regocijo y ni floja ni perezosa arremetió con cariño.


Aun en la calle saludó a todos los curiosos haciendo parecer un artista famoso. A la capital había viajado y con mucho trabajo había ahorrado lo que para una carrera política se necesita. Con muchas ambiciones buenas bajo el brazo había regresado para cumplir con la promesa de traer prosperidad y alejarlos de la pobreza.


¡El Nuevo alcalde! – gritó un borracho.


Pues el hijo de Doña Yolanda había llegado para poner orden en el acto.


Un año había pasado y las casas de San clemente ahora brillaban como nunca alguien hubiera pensado, los habitantes agradecidos estaban y gallinas por montones regalaban. Doña Yolanda feliz bailaba, pero su hijo de eso de aprovechaba.


Si bien las mejoras llegaron con el tiempo, el hijo de Doña Yolanda se pavoneaba y a todos ahora mandaba. Cambió el saco y la corbata por un disfraz ministerial con el cual cobraba el poco sueldo que algunos ganaban en el pastizal. Los habitantes de San Clemente ahora, disgustados estaban pues el nuevo alcalde era todo lo que ellos no deseaban.


Pero de pronto algo inesperado pasó y el hijo de Doña Yolanda murió. Todos lo lloraban, algunos lo recordaban y el cuerpo, sobre una mesa, las más ancianas rezaban. Fue la tarde más triste para Doña Yolanda quien el pañuelo de la mano no soltaba.


Al muerto lo enterrarían al día siguiente pues Doña Yolanda seguía sin poder despedirse .Y sin soltar su pañuelo al muerto golpeó, más por impotencia que por clamor.


Pero otra vez algo inesperado pasó. Alguien gritó y el hijo de doña Yolanda aparentemente a la muerte venció. Todos miraban asustados mientras que el finado se erguía desorientado. Dejaron de llorar al mismo tiempo que Doña Yolanda se volvía a desmayar.


¡Regresó de la muerte! – grito un borracho.


Pues el hijo de Doña Yolanda demostró tener poderes infrahumanos que nadie hubiera pensado.


El reporte de una posta cercana al pueblo, confirmo un cuadro de catalepsia severo. “Personas que yacen inmóviles, en aparente muerte y sin signos vitales” dijo el Doctor detrás de un estante de antigripales. La suerte y el azar jugaron a favor del hijo de Doña Yolanda, pues había sido muy afortunado y a la vida aparentemente regresado.


Sin embargo las cosas en San Clemente siguieron igual, aquel señor de su sobrenatural poder volvía a abusar. Todos los que habían llorado su muerte, rogaban para que se cayera de un puente y las que le habían rezado, rogaban para que lo partiera un rayo. Y así paso el tiempo y con 10 kilos bajo el pecho el hijo de Doña Yolanda había cavado su propio lecho.


Ya nadie lo quería y sin darse cuenta, el pueblo florecía. Atrás habían quedado las épocas de ignorancia y dictadura, ahora todos hacían lo que mejor les parecía y sin ataduras. La modernidad llego al pasar de los tiempos y el hijo de la ahora difunta Doña Yolanda se sumió en los excesos.


Sin su puesto de alcalde y mirando el viejo auto en que hacen algunos años había llegado al pueblo, se quedo dormido y murió.


Murió con un cielo color madrugada cuando ya nadie de él se acordaba.


Murió en el alba y con las pupilas dilatadas.


Murió de un ataque cardiaco sin darse el mismo cuenta, pues los kilos de más le pasaban ya la cuenta.


Murió y esta vez nadie lloró, nadie lo recordó y nadie le rezó. Un par de policías en la puerta solo apuntaban en sus libretas mientras un borracho cruzaba por la puerta.


Se detuvo en frente y mirando al cielo de repente gritó: ¡allá va el hombre que dos veces murió!.



Dedicado a Doña Yolanda, mi , aun viva, abuela en esta historia ficticia.