viernes, 29 de octubre de 2010

La zapatilla que se mojó


El día está frió y lluvioso, la cama me invita a seguirla acariciando pero tengo clases. Son las 7 en punto y me resigno a llegar a tiempo. Al final pierdo la clase ( y tal vez el curso), las ganas de levantarme y de caer en cuenta que es mi cumpleaños.

Nada mas polémico y controvercial que llueva (o garue en el caso de Lima) el mismo día que naciste. De todos los días que sale el sol, justo ese día se nubla y termina por aniquilar tus ganas de nada.

Ese día, aun en la cama y siendo las 9:45 am, me pongo a pensar en muchas cosas. Tal vez es una señal que el día se haya puesto así. Quizá tal vez sea un nuevo comienzo como cuando dicen que después de la tormenta llega la calma, o algo así.

Al ir a la universidad, unos cuantos pocos amigos logran saludarme y recibo algunas sorpresas totalmente encantadoras, llamadas inesperadas de gente inesperada y mensajes sutiles de gente predecible. Ya de regreso e intentando tomar una combi, piso en falso la vereda y una zapatilla se hunde unos 2 cm en un charco de agua estancada por la llovizna. Aquella agua tiene un color rancio, y parece que tiene una mezcla de todo un poco: un poco de agua, un poco de orina urbana, un poco de mugre ambiental y algunas otras cosas que son invisibles a la vista humana.

Una vez dentro de la combi solo me quedan ganas para desear estar en mi casa otra vez.

Son las 12:35 am y por poco se me olvida la torta. Mi familia esta alrededor cantando y yo ya no se que cara poner. Ellos terminan de cantar y un flash de cámara me ilumina el rostro y por un momento todo se queda blanco. Pienso en mi deseo al mismo tiempo que miro la zapatilla que se mojó: "que todo siga como está"- pido mentalmente.

Y recuerdo todas esas cosas buenas que pensé mientras estaba envuelto en mi cama, todo lo que me ha hecho reír, lo que me a dado vida, los amigos, la familia. Creo injusto pedir que se mejore aun más. Total, lo bueno cae por su propio peso.

Soplo las velas y nos deja a todos en oscuridad.