martes, 9 de noviembre de 2010

Semana santa


Me encuentro en la casa de una amiga, que muy gentilmente nos acoge en su casa para relajarnos y pasar un buen rato entre amigos antes de empezar las clases en semana santa


Llego junto a J, una amiga de la facultad, quien me cuenta sus planes sin rumbo, su vida caótica que poco a poco va tomando sentido, su desamor, el bendito desamor. Yo me limito a escucharla y de vez en cuando me animo a darle algún consejo discreto mientras caminamos por la playa remojando nuestros pies. Observando el atardecer.


Ya en casa me sigue contando lo suyo, por un momento parece que quiere llorar pero se contiene con un coraje que admiro. Me sigue contando sus problemas pero la callo, y le cuento un poco de lo mio. Soy muy reservado en lo que digo, no cuento ni mucho ni poco, la dejo algo confundida pero supongo que ella entiende. Se asombra de las cosas buenas que me pasan. Yo, en broma, le digo que prefería llevar su vida llena de aventuras. Ella ríe. Y llegamos a la casa.


Me escucha mientras esperamos a los demás llegar, pero nadie llega y empieza a anochecer. J y yo nos quedamos dormidos en una de las camas escuchando música, ella me mira y me dice: eres una buena persona y un gran amigo.


Una hora mas tarde llegan todos los demás, con todo lo que tomaremos aquella noche noche. Con ellos llega la mamá de la anfitriona, una agradable señora que lleva un enorme vestido holgado. Me cae bien y paresco agradarle también.


La noche transcurre y la pequeña reunión se convierte en una estridente celebración de quien sabe que. Yo tomo un vaso de esto y de aquello, mezclando todo al mismo tiempo. Empezamos un juego que no tenia ni pies ni cabeza y todos terminamos heridos de risa. La madrugada da señales de vida y yo solo me quiero morir. La cabeza me da vueltas y de un momento a otro las imagenes se me hacen difusas, la gente a mi alrededor empieza a pelear pero aquella agradable señora sale al trote. La veo con su pijama.


J y todos los demás me miran, pues sin darme cuenta estoy vomitando todo mi ser. Se asustan pues doy arcadas que dan miedo. Uno de los primos de la dueña de casa me dice: - calmate angel...votalo ...todo, te sentirás ... bien-.


Y yo empiezo a contar todos mis problemas frente de todos, ellos me miran sorprendidos, especialmente J.


Fue en ese momento que quise con todas mis ganas morir, desaparecer de por vida, me sentí solo. Recuerdo haber dicho muchas veces el nombre de T, preguntarles a todos en donde estaba, preguntarles porque había hecho lo que había hecho y ellos que no tenían ni idea de que hablaba me recostaron en un mueble donde me quede dormido.


A la mañana siguiente, al despertar, pensé en T y sonreí, no pude evitar sentirme feliz pues pensé por un momento que aun teníamos algo. Pero luego recordé que ya no estaba más a mi lado y me limite a volver a dormir.