miércoles, 27 de julio de 2011

Felíz no día de la madre







Es un día nublado de 1994 y me encuentro al lado de mi mamá, ella se ve tan alta, tan seria, con sus ojos astutos, vigilantes, para cuidarnos a mi y a mi hermana que va del otro lado. Estamos, creo yo, en el centro de lima caminando entre vendedores de todo tipo. Recuerdo caminamos mucho.




Recuerdo muy poco de ese día, pero fue uno de los más felices de mi vida. Me veo, luego de aquella caminata larga, recostado al lado de mi mamá y mi hermana, jugando con unos bloques de plástico, armando objetos que desafían todo tipo de geometría existente, diseñando naves espaciales que solo en mi cabeza de niño podían volar. Y luego, me quedo dormido ya a punto de anochecer.


...


Es la madrugada del día de la madre del año 2011, yo regreso algo bebido de alguna fiesta interminable. Mi mamá me abre la puerta muy silenciosamente para no despertar a los demás.


Esa misma noche, cenamos juntos. Ella siempre con sus historias y recuerdos infinitos. A veces pienso que soy malo escuchándola y me limito a perderme en mis propios pensamientos, pero trato de prestarle toda mi atención. Me vuelvo a perder. Y noto su rostro, cansado pero con ganas de seguir, aquellos ojos que dejaron de ser vigilantes hace mucho tiempo y que ahora solo se limitan a observarme, ya no la veo tan alta y eso me recuerda a aquella escena de mi infancia.


Ella sigue hablando camino a casa, eso es quizá lo que más adoro de ella, siempre tiene algo de que contar. Por un momento le presto toda la atención del mundo, pero me vuelvo a perder (es una fea manía que tengo) y no puedo evitar recordar aquella escena otra vez.


-recuerdas aquella vez que me compraste unos bloques para armar?- le digo rápidamente aprovechando una pausa que hizo para revisar su celular.


-que?- me mira extrañada, tal vez fue hace tanto tiempo que ya no lo recuerda y su rostro se torna pensativo. Me mira con esos ojos que me examinan hasta el pensamiento.


-los bloques...- le empiezo a contar. Ella mira al piso.


Al terminar de contarle aquellos pequeños recuerdos que guardo en mi mente, ella gira la cabeza hacia mi y sonríe.


-fue con mi primer sueldo. A ti te compré esos bloques y a tu hermana una muñeca- por un momento deja de sonreír y sus ojos se llenan de un vació profundo, como si su alma hubiera viajado en el tiempo al momento exacto de aquel día del 94.


-Eras muy imaginativo, siempre armando cosas- me dice, y yo siento que me reprocha el no haber sido arquitecto, una de esas tantas carreras que ella me ofrecía estudiar.


Y yo ahí, caminando a su lado, me siento decepcionado de mi mismo. El corazón se me encoje y siento un remordimiento terrible al recordarme que nunca le he dado un regalo por el día de la madre.


-...pero había olvidado que luego te dormiste a mi lado...lo había olvidado- y vuelve a mirar al piso, como lamentandose por aquello.


La abrazo y le doy un beso en la frente. Ella vuelve en si y sonríe. Pero esta sonrisa me hace sentir pequeño, me hace sentir sobre protegido como cuando era niño. Ella vuelve a hablar y hablar. Esta vez, ya no me vuelvo a perder.






1 comentario:

  1. el otro día leía un post que era para tu hermana. Del 2008 creo o del 2009, no estoy seguro.
    Ambos tienen esa onda entre reflexiva, de cariño filial y que deja al final una sensación de:
    ay que bonito
    no me odies ya, pero es que justo se me vino la memoria ese post donde tu hermana te enseño a entender las multiplicaciones

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