sábado, 9 de junio de 2012

Esa noche perfecta.

La noche contrastaba con tu cabello; frente a ti, un poste de luz, que alumbraba con destello tu rostro furioso. Tu boca cerrada con ira, como queriendo asesinar. Pense lo peor, y preparaba mis mejillas para una rotunda cachetada. Pero eso no paso. Gracias por no hacerlo.

Aveces los hombres pecamos al decir cosas que en verdad no sentimos. y saben porque?. Por imbéciles.

La noche estaba muy oscura, en el fondo se podía ver el mar. Tu no lo podías ver claro porque le dabas la espalda a aquel maravilloso paisaje que contrastaba con tu cabello. Aquellos, cabellos que me volvían loco y que en un principio nunca dejabas que te los tocara.

"La amo" pense, pero no se lo dije. Tu seguias furiosa, pero yo solo me perdia en ti.

"Callate y besame" pense, pero tampoco se lo dije. Solo decía cosas que salían de mi sin procesarlas primero. Como en piloto automatico.

"Olvidate de todo, olvidemos todo" pense, tampoco lo dije, pero fue en ese momento que pude reaccionar.

Todo lo que habías dicho retumbaba en mi cabeza dando vueltas, como en aquella montaña rusa a la que me subí muy de joven, y a la cual nunca me volvería a subir. Todo se veía así, tan lejano. O al menos yo lo veía así.

Tu no, tu habías levantado todos esos muros invisibles de protección. Habías puesto un campo de fuerza magnético que no me permitía acercarme. Habías invocado un poder extraño que no permitía moverme. No sabes como note todo eso que causaste en mi.

Por primera vez en un año me diste miedo, tu mirada ya no era de amor (al menos no en ese momento), tampoco de comprensión, era todo lo contrario.

Y quizá sea yo el culpable.

Pero tu seguías allí, de pie, reclamando justamente lo que debías reclamar. Yo en cambio hablaba imbeciladas.

Reaccione. Y pude notar el ruido molesto que nos rodeaba cuando se apago tu voz y empece a hablar. Me di asco.

Me senti lo peor, a pesar de seguir argumentando mis motivos.

Pero Bah!, los hombres no tenemos motivos. Todo es pura imbecilidad. Somos imbéciles. No hay hombre, por mas culto y pulcro que sea, que haya dicho tales cosas.

Y mientras mas hablaba yo, mas te brillaban los ojos. Esos ojos que me penetraban el alma. Y que quizá por un instante, me comprendieron.

Paré de hablar. el ruido seguía allí. Claro, hasta que tu hablaste. Te adore por eso.

"Por favor olvidado"pensé, pero las mujeres no olvidan tan fácilmente. Y menos cuando a pesar de tener todas esas barreras, les cae una flecha directa al corazón.

"Entiendeme" volvi a pensar, pero por sus expresiones parecia no hacerlo.

"Te amo" articule sin producir sonido alguno. Ella, claro, no lo noto.

Ella cambia de posición y se recuesta sobre el muro. Sus ojos perfectos, miran al suelo. Me reprochas algo. Y yo hablo sin querer, sin pensar, como cuando suelo hablar cuando no se que decir, cuando lo único que digo es nada menos parecido a la verdad, como cuando me siento nervioso, como cuando se que esos ojos no volverán a ver los míos.

Dije algo que la ofendió. Lo admito. Pero no en falta de respeto (con ella ni imaginarlo) fue en un tono digamos, mas personal. Algo que nos unía (o une hasta ahora).

Ella se harta de mi, y la entiendo. Si fuera ella, yo ya me habría hartado de mi mismo hace rato. Corre hacia el baño rápidamente.

Yo desde atrás, llamo su nombre. Como gritando un auxilio, como diciendo que me excuse, que me ame.

Pero la conosco. Y no volteó a decirme nada. Ni mucho menos a darme esa cachetada que esperaba con tanto temor.

Entra al baño y cierra la puerta, me quedo parado frente a ella. La escucho sollozar y cada llanto es una cuchillada a mi alma. Se me viene el cielo oscuro sobre la espalda, los pasillos se hacen mas chicos. Y mi corazón se arruga. Me duele.

Su salida dura una eternidad para mi. Y hace algo que es lo que mas me gusta en ella, caminar con la frente en alto.

Prácticamente me ignora, "me lo merezco" pienso. Se aleja.

La busco y la encuentro. Nos vamos juntos...pero a la vez, distantes. Y solo pienso durante todo el camino junto a ti, lo hermosa que te veias junto aquel mar infinito y sobre aquella noche perfecta.


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